María Masai, Barbie de Chocolate

Posted by caseritasal100 on |

Una deliciosa sardinita negra que conocí durante una campaña de exploración me regaló su primera vez y recibió tres meses de dicha y placer erótico
María "Masai"

Vivía en un caserío sito en la margen derecha de un gran río, principal arteria fluvial de aquella región y única vía de transporte en medio de la selva.

En aquel caserío desembarcamos para adentrarnos en la selva y levantar un campamento de exploración varios kilómetros adentro, un área a la que los habitantes de esa región no se atreven a entrar debido a los mitos y temores propios de su cultura, derivada de las creencias de sus ancestros africanos, por lo cual, como en todas las áreas exploradas durante aquellos tres años de campaña, tendríamos que abrir trochas.

Ya habíamos realizado dos visitas de reconocimiento pero el día del desembarco, con todo el personal y los equipos necesarios para instalar "allá adentro" un campamento en el que viviríamos al menos tres meses, toda la población del caserío salió a recibirnos e incluso colaboraron transportando parte del bagaje desde los botes hasta la caseta comunal.

Fue allí en donde vi por primera vez a María, una hermosa negrita con cuerpo de muñequita Barbie y facciones pulidas, quizá gracias a algún ascendente Masai, que no dejaba de mirarme y sonreírme mientras explicaba a la población quienes éramos y el propósito de nuestra visita.

Por algún imprevisto de esos que siempre se presentan en mi trabajo fue necesario que saliera al caserío para llamar a la base aprovechando el teléfono público satelital instalado allí, como en otras regiones remotas de Colombia en donde existe ese servicio. Allí volví a ver a María, aparte de algunos niños era la única persona visible en aquel momento, como es común en esos pequeños poblados en días de semana. La saludé y pedí instrucciones sobre el uso del mencionado teléfono.

Ella entró conmigo a la caseta, muy melosa y coqueta, para ayudarme a hacer la llamada. Pegadita a mí daba sus explicaciones, a las que no era capaz de atender sintiendo el contacto con tan exquisita criatura. La abracé por la cintura y llevando la otra mano a su carita la atraje buscando su boca, a lo que ella correspondió con un delicioso beso.

Dejé caer la bocina del teléfono, que quedó colgando del cable, dedicándome a acariciar el cuerpo de esa africana beldad. Ella se dejaba hacer y entre murmullos de placer correspondía a mis caricias, acariciándome a su vez. Sentía su manita apretándome el pene, nuestras lenguas se entrecruzaban y nos mordisqueábamos los labios, llevé una mano bajo su falda, traspasando el elástico de su braguita.

Mis dedos se deslizaron sobre un pubis suavecito, sin vellosidades, y cuando hicieron contacto con una rajita jugosita... mojadita, ella gimió y se apresuró a desabrocharme el arnés, deshaciendo el beso que nos había mantenido unidos comenzó a agacharse y abriéndome el pantalón tomo posesión de mi pene y acercó su boquita para darle un besito en el glande.

La hermosa negrita comenzó a chuparlo despacio... despacito, con los ojos entrecerrados dando a su carita una expresión de gusto que me excitaba más y más. Bajé las manos y acaricié ese lindo rostro, luego levanté su camisón y apreté ese par de teticas pequeñas y duras, apresando entre los dedos los pezones mientras ella seguía chupando y saboreándome el pene como si fuera una golosina. Quería dejarla terminar para desnudarla y deleitar mi lengua comiéndome y chupando esa rajita pequeña y húmeda que mis dedos habían palpado.

Sentía que llegaba, no podía evitarlo con la manera de mamar de la negra muñequita... quién con una mano sostenía el pene y con la otra acariciaba mis testículos, ya no besaba y lamía, sólo chupaba como si supiera lo que estaba apunto de ocurrir... y ocurrió: solté varios chorros de semen y ella seguía chupando tragándoselo todo, todo hasta el final. Terminó limpiándomelo con la lengua y con una serie de besitos... como no queriendo dejar perder la más mínima gota de semen.

Temblando la levanté, creía que las piernas no podrían sostenerme. Ella me apretó con un fuerte abrazo, luego subió mis pantalones y me abrochó el arnés, dejándolo todo como lo había encontrado. Había en esa carita una combinación de expresiones de placer y picardía, de nuevo la abracé y comencé a besarla y a desnudarla, quería hacerle una miné larga y delicada, quería hacerla temblar y gemir de la dicha, hasta deleitarme con sus fluidos.

No era consciente del mundo, en ese momento sólo existía para mí esa negra muñequita Barbie llamada María y mi único universo era esa caseta de madera en donde estaba instalado el teléfono satelital del caserío. Pero ella me advirtió que subían voces desde el río, y era mejor que hiciera mi llamada... Pero aun temblaba, no era capaz de hablar, salí con ella de la caseta. Vi al líder comunal y a otros dos caballeros que se acercaban desde el río a la caseta comunal y me dirigí hacia allí.

Mas tarde llamé a la base de la compañía y pedí los suministros que necesitaba, de inmediato se comprometieron a despachar un bote, eran las once de la mañana y sabía que el trayecto del bote sería de dos horas y media, más el tiempo que tardaran en avituallarlo. Pensé en regresar al campamento, hora y media selva adentro, y despachar a dos trabajadores hacia el caserío, a esperar el bote y llevar los suministros. Pero quería ver otra vez a María...

En ese instante se desató la lluvia y, como es corriente en la segunda selva tropical más lluviosa del planeta, en pocos minutos se había convertido en torrencial aguacero. Me refugié en la caseta comunal, allí estaban el líder y don Víctor, un señor de unos 50 años quien convive con sus cuatro esposas, la más joven de 14 años (situación corriente en esas tierras), y María, quien me sonrió con un hermoso brillo en los ojos, lo que notaron los dos caballeros presentes y me hubiera turbado un poco de no ser por sus sonrisas de "complicidad". A veces no es conveniente establecer relaciones con las damas en los territorios donde se desarrolla mi trabajo.

A la una de la tarde seguía lloviendo, a veces con mayor intensidad, entonces el líder me invitó a almorzar y María nos acompañó. Allí, en una humilde choza conocí a la familia del líder comunal y supe que María era su hermana y vivía con sus hermanas mayores en otra choza al final del caserío. La lluvia continuaba, el río estaba muy crecido, bajaba con grandes olas entre las que se podían ver algunas veces grandes árboles arrancados de las orillas aguas arriba. En esas condiciones no podría regresar al campamento y tampoco podría llegar el bote desde el municipio en donde la compañía tenía la base de operaciones, dos horas y media aguas abajo.

Así se fue acercando el crepúsculo y entonces recibí la más sorprendente invitación: pasar la noche con María. Sus hermanas estaban en el municipio y tampoco podrían regresar, tendría con esa dulce fémina color de chocolate toda una noche dedicada a los placeres del sexo, con el consentimiento de su hermano y aparentemente de toda la comunidad, puesto que en ese momento todos habían regresado a sus chozas y sabían que me encontraba allí. Con los años supe que es parte de su cultura que las niñas tengan un hombre desde jovencitas...

Como en cualquier poblado rural la gente suele recogerse muy temprano en sus hogares, y especialmente ese día en que la torrencial lluvia no daba tregua. Nos despedimos a eso de las siete de la noche y cuando llegamos a la casita estábamos empapados, motivo adicional a nuestro deseo para desnudarnos. A la luz de una vela contemplé ese hermoso cuerpo, nos acercamos para fundirnos en un abrazo y en prolongado beso. Primero quería hacer realidad mi ardiente deseo de la media-mañana: saborear la rajita de María.

Mientras nos besábamos acariciaba esa pequeña conchita y ella mantenía mi pene con una mano, frotándolo despacito, deslizaba mi otra mano sobre su cuerpo, desde las teticas la llevaba sobre su espalda y desde allí a ese culito redondito y terso; sentía su cosita mojadita y retiré la mano para chuparme los dedos. Nos tumbamos en un colchón que había sobre una estera, ella quería volver a meter en su boca la golosina que veía en mi pene, pero le dije: "espera princesa, ahora me toca a mí".

Besando su boquita seguí acariciándola, y desde su boca fui llevando mis labios sobre su cuello, los llevé a las teticas y allí me detuve un rato chupando y mordiendo suavemente sus pezoncitos. Mi mano llegó a su rajita y con la yema de los dedos comencé a frotarle el clítoris. Ella gemía y se retorcía del placer, cuando le metí los dedos exclamó, en el lenguaje propio de la región: "¡Ayyyy Yos mío!" y quizo levantar el torso, quizá para besarme, pero se lo impedí empujándola suavemente y continuando con mi tren de besos sobre su cuerpo.

Cuando rocé su pubis con mis labios noté que no era rasurado, ¡esa cosita era impúber, era lampiñita! Ella se estremecía sintiendo mi boca tan cerca de su rajita, pero no era el momento... Continué mis besos sobre su ingle, sus muslos, sus piernas... llegué al pié y levantándole la otra pierna mis labios comenzaron a descender por ésta, besito a besito sobre cada centímetro cuadrado de piel.

De nuevo acerqué la boca a la pequeña conchita y percibí ese exquisito aroma del sexo femenino que tanto me excita, delicadamente puse un beso en esa rajita, luego otro y otro. La niñita estaba calladita, a la expectativa de más sensaciones; mis manos se deslizaron sobre sus muslos y convergiendo en la cosita la abrí suavemente con los dedos... escuché un tenue "plis" y encajé la lengua en esa deliciosa ranurita, desde el huequito hasta el clítoris. Lamía y lamía sin tregua y ella exclamaba: "¡ay Yos mío, ay Yos mío, ayyyy Yoooos Míiiooo!".

Mientras me deleitaba con el aroma y el sabor de esa vaginita mis manos se deslizaban desde sus muslos hasta sus teticas, que apretaba suavemente. Dediqué la punta de la lengua al clítoris, lo azotaba y lo chupaba con suma ternura, entonces le metí dos dedos y palpé esa viscosa suavidad interior. Adentro y afuera con los dedos y mi boca concentrada en el gallito, sin dejar de azotarlo y chuparlo, María se estremecía, apretaba mi cabeza con sus piernas y metía sus dedos entre mis cabellos, gimiendo y exclamando: "¡Ayyy Yos míoooo, me vo a morí, me vo a moríiii!".

Soltó todos sus juguitos, que bebí en su totalidad y, más que por replicar lo que ella había hecho horas antes, por ser mi costumbre con cualquier dama seguí aplicando mi lengua sobre esa rajita hasta dejarla limpiecita; y María seguía temblando mientras la contemplaba sentado a su lado. Se incorporó y poniendo sus manos en mi pecho me invitó a acostarme, me llenó de besos mientras me cogía el pene. Minutos después lo tenía en su boca, pero no olvidaba el gusto de esa chochita hermosa y le sugerí la posición del 69 para seguir saboreándola, y al notar que no entendía le indiqué como adoptar la posición.

Me gusta agasajar a las damas con exquisito sexo, me gustan las noches románticas, y allí estaba a la luz de una vela con esa tierna y hermosa bebita color caoba, sólo faltaba una botella de un buen vino, habría estado muy a propósito un Syrah, un Pinot Noir o un Burdeos para acompañar ese preámbulo, tampoco había la música del saxofón de Fausto Papetti con la cual acompaño mis encuentros eróticos, sólo el golpeteo de la lluvia sobre el techo de zinc. Sentado con la espalda contra la pared de la choza tenía a María entre mis piernas, su espalda contra mi pecho y mis manos en sus teticas y en su vaginita.

Nos acostamos y me dispuse a penetrarla suavemente, su primera reacción fue juntar las piernas, eso me recordó a las niñas primerizas que me han hecho el honor de darme su iniciación en el sexo, primero le froté el clítoris con el glande, eso la puso eléctrica, gemía y murmuraba con la emoción. "Estiré" una mano para alcanzar mi arnés y buscar mi botiquín personal para sacar condones.

Ella no sabía que era "esa bolsita" esa inocencia me enterneció y me agaché para besarla, lo que ella aprovechó para asirme el pene y jugar un ratito. Cuando calcé el pene con "la bolsita" lo tenía templadísimo y acto seguido la penetré despacito, despacito hasta tenerlo todo adentro... por fortuna no tengo uno de esos "superdotados" que hacen daño a las damas, tengo un pene normal que bien manejado las llena de placer.

Es mi costumbre esperar que una dama termine primero antes de eyacular, y es corriente que muchas damas tengan múltiples orgasmos, pero esa pollita de ébano se regaba una y otra vez, más que gimiendo, con grititos acompañados de ese lenguaje propio de la población rural afro-colombiana: "Ayyy Yos mío, ayyy Yos miooo, me vo a morí, me vo a moríiiii"

Durante esos meses de permanencia en aquel campamento salía de la selva todos los fines de semana para hacer el amor con María. Por desgracia la selva es muy extensa y las próximas exploraciones fueron lejos de ese caserío, muchos kilómetros río abajo. Hoy me pregunto que sería de esa Barbie negrita, si alguien más le ha acariciado y chupado esa rajita como solía hacerlo, o si está con un atarván que la penetra y eyacula sin esperar sus orgasmos... espero que no.